Pere García
Parece evidente que, desgraciadamente, vivimos en la sociedad del ¡ahora! y del ¡date prisa! Y que esa realidad se ha cebado con el deporte, por extensión, también. Sentir los colores es una de las expresiones más comunes y ancestrales del deporte y se tira de ella cuando queremos pedirle a los deportistas ese plus que les permita conseguir los objetivos establecidos o un poco más de entrega y entusiasmo en su práctica deportiva, pero, ¿qué significado tiene esa frase para el jugador de hoy? ¿Qué hace el entrenador para que esa frase tenga la efectividad necesaria?
El deporte actual nos da muchos motivos para pensar que estamos yendo demasiado deprisa en muchos sentidos, pero probablemente, es en el campo de la identidad deportiva donde se están produciendo las mayores incongruencias. Al despersonalizar los clubes y convertirlos en empresas o sociedades anónimas, conseguimos que los profesionales se conviertan en trabajadores y, obviamente, esos trabajadores no ven mucho más allá de unos directivos, representantes, marcas comerciales y un largo etcétera de figurantes que les remuneran por su trabajo, sin centrarse en ninguno de los vínculos y valores esenciales de la práctica deportiva, olvidando en muchas ocasiones a quien representan verdaderamente y que simbolizan los colores y el escudo que visten en cada partido.
Puestos a analizar el tema, me gustaría ejemplificar con una paradoja esta carencia de identidad deportiva por parte de los deportistas y entidades en general, a través de un gesto muy significativo, a la par que curioso. He podido observar en los medios de comunicación a lo largo de las últimas semanas algo que me llama notablemente la atención, ya que a mi entender, se trata de un gesto, un detalle que, no dudo, arranque en ocasiones de la buena voluntad del deportista por agradar a los socios o representantes de los clubes y que se ha convertido, desde mi punto de vista, en el mayor acto de hipocresía en la realidad deportiva actual. Se trata, como no, de besar el escudo.
Hoy en día, lo primero que se le pide a un jugador recién llegado a un club en su presentación es ¡ besar el escudo! ¿No debería ser este acaso, el mayor gesto de identidad, compromiso, respeto y amor que se puede mostrar por un club? Para mí lo es ¡sin duda! Entonces, ¿es ese gesto auténtico? Yendo un poco más allá: ¿cómo se entiende que un jugador bese un escudo tras un gol o una canasta decisiva para luego ver, a las pocas semanas o meses, cómo ese mismo jugador abandona el club y vuelve a hacer lo mismo con otros escudos? ¿Dónde está la identidad deportiva en estos casos?
¡Besar el escudo en la presentación! Me parece inconcebible tal prueba de amor en la primera cita. Por lo general, la identidad deportiva tiene que forjarse con el tiempo. Al igual que enamorarse, es un sentimiento progresivo y evolutivo de pertenencia, identificación y compromiso que se hace grande con el paso de los acontecimientos. De nada sirve un "flechazo" si el día a día no es positivo, ya que como en el amor, en el deporte la magia también acaba perdiéndose hasta desaparecer.
No quisiera a través de estas líneas caer en el error de la generalización, ya que debo decir que existen clubes e instituciones que mantienen aun viva esa llama, pero estarán de acuerdo conmigo, en que actualmente la progresiva expansión de esta corriente mercantilista en el deporte está afectando a clubes de todo el mundo. Como coaches estamos obligados a criticarlo y, como no, a intentar aportar nuestro granito de arena para solucionar el problema.
La identidad deportiva es, sin duda, una de las claves para generar cohesión, cooperación y compromiso deportivo, y como tal no debe dejarse al azar dentro del deporte y de las estructuras grupales. Estamos hablando de uno de los elementos más relevantes y prioritarios a potenciar, tanto en los deportistas como en los equipos. Un buen coach, así como los miembros del staff técnico pertinente, debe tener en cuenta este elemento como parte fundamental en sus áreas de trabajo y centrarse en su desarrollo para empezar a obtener resultados significativos lo antes posible.
Si se sabe gestionar correctamente, la identidad deportiva es la clave para facilitar la durabilidad de los proyectos, potenciar la fidelidad de sus deportistas a los objetivos establecidos y al club que les representa, sensibilizarlo sobre los valores históricos y emocionales que le ligan estrechamente a la masa social de la entidad y muchos otros aspectos que harán del deportista, con el tiempo, un jugador comprometido y entregado a la causa.
En una sociedad como la actual, con la crisis económica mundial que nos rodea y que tan fuerte está sacudiendo a las estructuras deportivas profesionales y semiprofesionales, son los valores más esenciales de pertenencia los que pueden marcar la diferencia entre los clubes. De hecho, estoy convencido de que recuperar la esencia del deporte más amateur en el que el simple hecho de jugar con los "tuyos" por el honor del grupo, el equipo, el color de las camisetas o su escudo, será la clave del éxito más allá de los factores socio económicos que puedan alterar, o al menos intentarlo, la realidad deportiva de cualquier estructura o equipo.
La identidad deportiva, como tantos aspectos fundamentales en los equipos deportivos, son procesos dinámicos que deben fluir debidamente para poder obtener los mejores resultados. Aunque debe ser la experticidad del coach, así como de su staff técnico - los que deben manejar correctamente dicha área - recuerden que existen algunos elementos universales que todo club posee y que nos deben dar una idea aproximada de dónde debemos incidir si queremos potenciar este sentimiento.
No podemos olvidar que se debe diferenciar entre aspectos físicos y cognitivos. Por un lado, tenemos elementos físicos relevantes como: el campo, los vestuarios, la camiseta, el escudo y, por otro lado, elementos cognitivos: memoria histórica, anécdotas, filosofía de juego, tradiciones. Cualquiera de estos campos debe analizarse y desarrollarse para conseguir forjar el deseo de identidad deportiva.
Así pues, si realmente nos preocupa la identidad deportiva y compartimos la idea de que se trata de una de las llaves de la supervivencia de las estructuras deportivas del futuro, dejémonos de besos al escudo en la primera cita y centrémonos en invertir ese clase de amor eterno que transciende fronteras, aquel que va más allá de los deportistas y de los resultados y que deja a los clubes y sus estructuras donde se merecen, en lo que fueron en su inicio y en lo que siempre deberían ser: un campo de sueños para todos aquellos que realmente sienten los colores y que pueden besar tantas veces como quieran los escudos, porque pase lo que pase, siempre estarán allí.
Pere García es Licenciado en Educación Física y Deportes por la Universidad de Barcelona (INEFC), Master en Psicología del Deporte y Entrenador Nacional de fútbol. En el ámbito del Coaching, es FPC y de Directivo Coach formado en TISOC. Actualmente funge como Coordinador de Servicios de Coaching Deportivo de TISOC
Querido Pere, debo decir que estoy completamente de acuerdo con tu planteamiento, que no deja de ser tan importante como el que hoy en día se plantea respecto al compromiso y afección de los trabajadores a sus empresas, etc.
ResponderEliminarLos valores y la identidad son probablemente en mi opinión, lo que más suma a la hora de conseguir no sólo el éxito final del cumplimiento de objetivos (Ganar una liga o un campeonato) sino que es en definitiva lo que hace que una institución perdure en el tiempo más allá de los éxitos puntuales en un año u otro, ya que al final todos sabemos que es muy difícil estar siempre en la cresta de la ola.
Por aportar algo y siendo como eres entrenador deportivo, creo que el ejemplo (Imperfecto, pero en mi opinión estudiable) del Athletic Club de Bilbao en la línea de lo que comentas, podría ser una buena base de trabajo para analizar tu teoría.
Gracias por tu artículo.
Un abrazo