Los objetivos, las metas, los sueños y los proyectos son elementos definidores de la marca personal que tienen una proyección a largo plazo, nos identifican y nos distinguen de los demás. Para ser reconocidos y memorables es necesario ser consistentes con lo que decimos, hacemos y comunicamos. Las personas estamos en continuo movimiento, la vida es movimiento y cambio y la marca personal no es en absoluto ajena a esta circunstancia. Y este proceso de constante mutación y adaptación a los entornos cambiantes afecta a la totalidad de la marca incluidos sus elementos identificadores.
En cada persona hay elementos definitorios y definitivos y no se trata de un juego de palabras. Hay unos elementos que nos definen y que se adaptan a cada momento de la vida y otros que forman la parte más fija de nuestra identidad. Unos, los definitorios, son producto de opciones y decisiones personales y los otros, los definitivos, pueden provenir bien sea de una elección vital o de circunstancias específicas. En el primer bloque se encuentran la visión, los proyectos y los sueños y en el segundo la misión, las opciones religiosas y los atributos adquiridos por nacimiento y pertenencia y ambos forman parte de nuestra identidad.
Cambiar los sueños, los objetivos y los proyectos suele causarnos desasosiego y sensación de infidelidad cuando no son más que la adaptación al cambio de nuestra misión .
Mantenernos aferrados por principio a los elementos no definitivos de nuestra identidad nos puede llevar al inmovilismo, la vida es adaptación al cambio e impedir esta adaptación o negar el cambio es dirigir la marca personal, la identidad hacia una vía muerta.
Todos tenemos derecho al cambio, a reformular nuestros sueños y a posponer proyectos importantes. Reconocer este derecho es tomar consciencia de que estamos vivos y de que somos movimiento.
La necesidad de cambio sale de la razón y del corazón. Nuestra intuición y nuestras emociones son el primer indicativo de que nuestra vida tiene que tomar un nuevo derrotero y nuestra razón nos ayuda a encontrar la manera de hacerlo. Una marca personal que se niega a escuchar los mensajes del corazón corre el riesgo de anquilosarse.
La vida es camino y aprendizaje. Cada paso que damos nos aporta nuevos elementos de conocimiento y nuevas experiencias. Cada situación de cambio implica cerrar un libro para abrir otro y por este motivo el cambio es aprendizaje y vida.
Pensar en el cambio y ponerlo práctica no es abandonar, no es una manifestación de inconsistencia es un signo de crecimiento y de fortalecimiento de nuestra marca personal. Permitirse el cambio es optar por la vida.
Fuente: Jordi Collell
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