El entrenador del equipo olímpico de esgrima de los Estados Unidos nos enseñó en una conferencia a prestar atención a lo que cada quien dice de sí mismo. Explicó que esa es una variable clave –aparte del talento y la disciplina– para predecir los resultados que cada quien obtiene en la persecución de sus sueños, metas y objetivos
En mi equipo de campeones, nos decía, cada quien escoge qué soñar. Llega exactamente adonde se ve llegar. Aquel cuyo sueño es ser olímpico logra eso, no más. El que tiene la mente fija en una medalla típicamente obtiene una de bronce. Aquel que lucha por un puesto en la final obtiene una de plata. La medalla de oro, en cambio, se la lleva quien va por ella y por nada menos. Entre los que se esfuerzan por la excelencia, las profecías son autocumplidas, nos repetía.
Aprendimos entonces a escuchar con mucha atención lo que las personas dicen de sí mismas y, sobre todo, de sus metas, sueños y ambiciones. Confirmé que, descontando el talento y la disciplina, la ambición de alcanzarlos es una variable determinante para el éxito de cada quien.
Habiendo apoyado a recolocarse –o a emprender sus propios negocios– a más de 5.000 ejecutivos y 30.000 empleados y operarios, hoy acertamos con bastante exactitud adónde llegará cada quien en función de lo que dice de sí mismo y de sus metas.
Por eso nos esforzamos en alejar toda negatividad de sus discursos, y los enfocamos con entusiasmo en sus objetivos, fortalezas y habilidades, dejando que sus logros cuantificados hablen por ellos.
Esperar poco del futuro es un mal hábito a ser desterrado. Hablar mal de uno mismo es un pecado imperdonable. Apasionarnos por nuestros sueños es una regla de oro especialmente cuando parece ser que el universo escucha lo que decimos…
Nos pasó a nosotros también. Hace 20 años, Guido Echevarría y yo le decíamos a quien nos quería escuchar que, en el Perú, el respeto sería un valor común en empresas serias y responsables. Nuestra visión era la de un país donde se tratara con respeto a quienes se debía desvincular. Que los anuncios de salida se harían cuidando la moral, la autoestima y la dignidad de quienes se quedaba sin trabajo. En los años noventa, nuestras palabras les sonaban a muchos como ingenuos deseos de un par de soñadores, impensables para la realidad del momento.
Pero la profecía empezó a cumplirse hoy: el Perú es uno de los países con la mejor penetración per cápita en programas de ‘outplacement’ del mundo. Es decir, el mercado peruano entendió el concepto de tratar bien a quienes se desvincula y hoy personas de empresas de todo tamaño y tipo –no necesariamente solo las grandes o las multinacionales– reciben apoyo para recolocarse o emprender, con lo cual elevan efectivamente su nivel de empleabilidad y el valor de su marca personal. ¡Gracias, Guido, por 20 años de lealtad, compromiso y un desempeño cada día mejor! Tú, como cada miembro del equipo, has logrado que esta profecía que sonaba a locura hace 20 años se cumpla en beneficio de tantas personas y organizaciones.
No deja de preocuparme, sin embargo, lo que pasa hoy en el Perú. Nuestros líderes predican tanto sobre los malos vientos que se nos vienen que casi parece que lo hacen solo por falta de mejores sueños. Necesitamos, más que nunca, líderes que nos inspiren con visiones de donde todos queremos llegar, con entusiasmo, esfuerzo y ambición. ¡El talento lo tenemos de sobra en nuestro país!
Autora: Ines Temple es Presidente Ejecutivo de Lee Hecht Harrison
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