Uno de
los principales inconvenientes que nos encontramos dentro del proceso
comunicativo es que no sabemos escuchar, el mensaje no llega como debiera y
muchas veces nos sentimos poco valorados e incomprendidos. Por eso decimos que
oímos pero no escuchamos.
Oír se
hace de manera pasiva, se trata simplemente de percibir vibraciones de sonido.
No es más que un aspecto fisiológico relacionado con las sensaciones. En cambio
escuchar implica, además de oír, interpretar lo que se oye. Se trata de la
capacidad de captar el mensaje en toda su amplitud, no sólo prestando atención
a lo que se percibe verbalmente, sino también a lo que observamos a través de
la comunicación no verbal, tono de voz y lenguaje corporal de la persona que
habla. Podemos decir entonces que se trata de entender, comprender y dar
sentido a lo que se oye. Se escucha de manera activa, por ello los psicólogos
acuñamos el término de Escucha Activa al referirnos a este primer paso de la
comunicación.
Entendemos,
por tanto, que la Escucha Activa nos es imprescindible para poder relacionarnos
de una manera emocionalmente saludable, ya que no sólo presta atención a lo que
la persona está diciendo, sino también a los sentimientos, ideas o pensamientos
que se derivan de lo que está diciendo. Facilitando de este modo poder ponernos
en el lugar del otro, lo que llamamos empatía.
Aspectos
a tener en cuenta cuando pretendemos escuchar activamente:
- Estar
preparados mental y físicamente antes de la escucha, ya que requiere un
esfuerzo de atención y predisposición mental para captar el mensaje.
- Tener una actitud positiva.
- Reflexionaremos sobre la forma de ser y actuar del emisor para tratar de adaptarnos lo máximo posible a él.
- Mostraremos interés en lo que nos está diciendo para que sienta que lo estamos escuchando.
- Trataremos de ponernos en su lugar, a través de lo que se conoce como escucha empática. Entenderemos, respetaremos y nos interesaremos por sus problemas, pensamientos y emociones.
- Buscaremos un espacio de calma que le ayude a sentirse cómodo, facilitando de esta manera la comunicación.
- Respetaremos la distancia con el emisor, en función de la relación personal que tengamos con él. Siendo más cercana en caso de amigos y familiares, y algo más lejana ante personas desconocidas o relaciones profesionales.
- Escucharemos con los ojos, igual que con los oídos. Es decir, prestaremos especial atención al lenguaje corporal para poder interpretarlo.
- Tendremos en cuenta el tono, la intensidad y el ritmo de la voz, ya que a través de ellos se transmiten emociones.
- Tener una actitud positiva.
- Reflexionaremos sobre la forma de ser y actuar del emisor para tratar de adaptarnos lo máximo posible a él.
- Mostraremos interés en lo que nos está diciendo para que sienta que lo estamos escuchando.
- Trataremos de ponernos en su lugar, a través de lo que se conoce como escucha empática. Entenderemos, respetaremos y nos interesaremos por sus problemas, pensamientos y emociones.
- Buscaremos un espacio de calma que le ayude a sentirse cómodo, facilitando de esta manera la comunicación.
- Respetaremos la distancia con el emisor, en función de la relación personal que tengamos con él. Siendo más cercana en caso de amigos y familiares, y algo más lejana ante personas desconocidas o relaciones profesionales.
- Escucharemos con los ojos, igual que con los oídos. Es decir, prestaremos especial atención al lenguaje corporal para poder interpretarlo.
- Tendremos en cuenta el tono, la intensidad y el ritmo de la voz, ya que a través de ellos se transmiten emociones.
Deberemos
evitar entonces:
-
Crearnos expectativas. Tendremos la mente abierta sin esperar nada.
- Hacer caso de nuestras emociones, prejuicios y opiniones antes de comenzar la comunicación.
- Distraernos con otras cosas mientras estamos escuchando.
- Interrumpir a la persona que habla. Se cortará la comunicación y el mensaje no llegará de la misma manera.
- Juzgar. Seremos conscientes de la persona que tenemos delante tratando de entenderla, valorarla y comprenderla desde el respeto.
- Dar consejos, aleccionar, llevar la contraria y cambiar de tema.
- Contraargumentar. Por ejemplo: la persona dice “estoy cansado” y nosotros le respondemos “yo también”.
- No prestar atención a los sentimientos de la otra persona. Por ejemplo restándole importancia a un malestar que siente “No te preocupes, verás que no será nada”.
- Hablar de nuestra experiencia mientras el otro tenga la necesidad de seguir hablándonos.
- Hacer caso de nuestras emociones, prejuicios y opiniones antes de comenzar la comunicación.
- Distraernos con otras cosas mientras estamos escuchando.
- Interrumpir a la persona que habla. Se cortará la comunicación y el mensaje no llegará de la misma manera.
- Juzgar. Seremos conscientes de la persona que tenemos delante tratando de entenderla, valorarla y comprenderla desde el respeto.
- Dar consejos, aleccionar, llevar la contraria y cambiar de tema.
- Contraargumentar. Por ejemplo: la persona dice “estoy cansado” y nosotros le respondemos “yo también”.
- No prestar atención a los sentimientos de la otra persona. Por ejemplo restándole importancia a un malestar que siente “No te preocupes, verás que no será nada”.
- Hablar de nuestra experiencia mientras el otro tenga la necesidad de seguir hablándonos.
Dentro
de la comunicación no verbal prestaremos especial atención a determinados
aspectos, principalmente a la mirada. El contacto visual es una muestra clara
de si una persona nos está escuchando o no. Nos fijaremos en si es capaz de
mantenérnosla mientras le estamos hablando o si parpadea. El parpadeo es un
signo de atención, dado que sirve para fijar la imagen y la información que
recibimos. Otros aspectos a tener en cuenta serán, los movimientos de cabeza
hacia abajo o hacia un lado, éstos nos indican que estamos siguiendo la
comunicación y que pretendemos seguir haciéndolo de manera activa; y la
expresión facial, ya que a través de las gesticulaciones de la cara podemos
llegar a saber el estado emocional en el que la persona se encuentra.
Pero
como toda comunicación, no es unidireccional, es cosa de dos. No sólo escucha
el receptor, sino que el que habla a su vez también tiene que saber captar los
mensajes que su interlocutor le emite, por lo que la escucha activa vendría a
ser en ambos sentidos.
Sé que
resulta complejo retener tantos datos en la cabeza antes de ponerse a escuchar,
pero no requiere más que práctica para conseguirlo. Si nos acostumbramos a ir
haciéndolo asiduamente, al final la mente lo interiorizará y conseguiremos
escuchar activamente sin que nos resulte difícil. Nos resultará mucho más
sencillo si utilizamos algunas de las siguientes habilidades comunicativas:
- Empatía.
Intentar entender que es lo que siente la otra persona, hacerle ver que
intentamos ponernos en su lugar para comprenderlos. Por ejemplo “noto tu
dolor”.
- Parafrasear.
Se trata de intentar decir con nuestras propias palabras lo que creemos que ha
sido el mensaje que el otro nos ha querido transmitir. Es un ejercicio básico
si queremos cerciorarnos de que le hemos entendido. Por ejemplo “¿quieres decir
que…?”, “Entiendo que te refieres a…”.
- Emitir
palabras de refuerzo o cumplido. Consiste en dar nuestra aprobación,
bien sea a través de un halago o a la demostración de que estamos de acuerdo
con lo que nos está diciendo. Por ejemplo “Me gusta mucho hablar contigo”, “Veo
que se te da muy bien…”.
- Resumir
la conversación para ver si hemos entendido el mensaje. Con
ello mostraremos a la persona nuestro grado de comprensión. Si vemos que éste
no ha sido del todo satisfecho, le pediremos una aclaración con la finalidad de
alcanzar un entendimiento total.
De
forma complementaria a la Escucha Activa tenemos, lo que conocemos con el
nombre de Escucha Reflexiva. Ésta requiere de una respuesta ante la primera,
tratando de demostrar que la persona ha sido escuchada y comprendida en sus
sentimientos ante las circunstancias que nos ha estado relatando.
Desde
un punto de vista terapéutico sería primordial cuando se nos presentan casos de
personas a las que les cuesta muchísimo expresarse emocionalmente, ya que nos
permite formular preguntas abiertas de forma reflexiva, que ayudan a la persona
a explayarse en el discurso sin pensar demasiado en si lo está transmitiendo
bien o no. De esta manera conseguimos que no haya interpretaciones y juicios,
que no harían más que entorpecer la comunicación.
El uso
de la Escucha Reflexiva, ayuda a ver la situación de una manera más clara, ya
que la reflexión favorece el cambio de pensamiento. Ver las cosas desde una
perspectiva más positiva ayuda a que la persona se suelte en el momento de
expresar sus emociones y en definitiva eso es lo que perseguimos, ser capaces
de poder decir lo que sentimos para descargar con ello las tensiones
acumuladas.
¿Cómo
conseguimos Escuchar reflexivamente?
-
Parafraseando. En esta ocasión repetiremos la afirmación del hablante en forma
de pregunta, consiguiendo de este modo hacerlo reflexionar sobre el mensaje que
emite. Por ejemplo, ante la afirmación contundente de “Mi mujer nunca me
escucha” nosotros le preguntaremos “¿Sientes que ella no te escucha lo
suficiente?”. De esta manera podemos hacer pensar a la persona que quizás fue
algo exagerado al afirmar con rotundidades que nunca era escuchado.
-
Intentar descubrir la emoción subyacente. En ocasiones la persona no dice como
se siente pero lo podemos llegar a deducir por sus palabras. Por ejemplo, si
nos dice “Mi hermano es un idiota”, le diremos “veo que estás enfadada con él”.
Poco a poco iremos consiguiendo que la persona exprese su emoción, sin tener
que averiguarla.
-
Haciendo preguntas para asegurar la comprensión. Es importante entender bien el
mensaje, por lo que todo lo que no se entienda se debe preguntar. Por ejemplo,
si nos dice “¡No soporto a ese hombre!”, le diremos “Pareces molesta ¿te ha
sucedido algo con él?”. A través de esta pregunta abierta conseguiremos que
vaya abriéndose más a explicar su sentir interno.
-
Alentando a la persona a continuar hablando haciéndole saber así que le estamos
escuchando. Mediante el contacto visual directo y con una actitud receptiva, le
haremos ver a través del lenguaje verbal y no verbal que lo estamos escuchando.
Asintiendo con la cabeza a modo de aprobación o a través de expresiones como
“Entiendo”, “Continua”.
Después
de todo lo expuesto podemos afirmar que saber escuchar es primordial para
construir relaciones emocionales sanas. ¿Nos quitamos los tapones de los oídos
y nos ponemos a ello? Seguro que la mente y el cuerpo nos lo agradecerán.
Por CIARA MOLINA
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