Aunque el personal branding se mueve en
el entorno de las ciencias sociales, la comunicación, la publicidad, el
marketing y las humanidades en general como se refiere única y exclusivamente a
personas no podemos olvidar que venimos de donde venimos y que algunos patrones
de comportamiento encuentran su reflejo en este universo llamado Reino Animal.
Esta semana vamos a comentar algunas formas de
comportamiento que por ser frecuentes y molestas pueden afectar negativamente a
nuestra marca personal.
La simbiosis es en principio la asociación
de diversos organismos para gozar de beneficios mutuos. Pensemos en el pájaro
que ayuda a los cocodrilos a limpiar sus dientes alimentándose de los residuos
o de los parásitos que anidan en la boca del reptil. En principio es una
relación de confianza, un gano – ganas, porque todas las partes obtienen un
beneficio y de esta manera nunca sucede que el pájaro en cuestión acabe en el
estómago del cocodrilo.
En el caso de los humanos la situación
puede cambiar y las relaciones simbióticas acaban derivando en una
tipología que de entrada resulta poco agradable a una de las partes y además
puede dañar su reputación y su marca personal.
Una forma simbiótica
perversa muy conocida en muchos ámbitos personales y profesionales es el parasitismo. Es un parásito aquel
individuo que decide depender de otro aprovechando sus recursos materiales o su
conocimiento únicamente en beneficio propio. Normalmente actúa con discreción o
más bien de manera sutil aprovechando una situación de confianza que utiliza
para captar ya sea información o conocimiento que utilizará en el momento
oportuno para debilitar al otro y salir fortalecido. El individuo parásito no
remata nunca a su víctima, la debilita física o moralmente pero permite que
siga viva para seguir reproduciendo el modelo.
El oportunismo es otra variante del
comportamiento simbiótico muy frecuente en el mundo profesional. El
oportunista es un individuo que siempre va en búsqueda de oportunidades
fijándose en lo que hacen los demás para reproducirlo pero sin hacer mejorar la
propuesta de valor. Repite conceptos, clona modelos y los banaliza hasta
hacerles perder valor. El oportunista no mata a nadie pero como desvirtúa el
trabajo ajeno acaba resultando una molestia que erosiona la marca personal de
sus víctimas. El oportunista no desaparece y cuando ha quemado una idea busca
inmediatamente otra para seguir reproduciendo su modelo.
Una variante más perversa
comportamiento oportunista son los auténticos. Se
trata de oportunistas que desprecian a aquellos que se esfuerzan por ser
conocidos, reconocidos y memorables, desprecian el concepto marca personal y se
adhieren a una idea, concepto o modelo de negocio para ofrecerlo gratis al
mercado. Basan su autenticidad en una posición antimercantilista, en alardear
que su misión es compartir y al final acaban regalando aquello que no les ha
costado nada desarrollar.
Finalmente nos encontramos
con los terroristas que
son aquellos que se lapan a lo que sea con la finalidad de destruirlo. Hacen
ver que les mueve algún tipo de interés para generar una situación de confianza
y al final aprovechan la ocasión para cargarse las propuestas de valor
que han desarrollado los demás. Al final como todo el mundo sale perdiendo
podemos concluir que se trata de un comportamiento simbiótico invertido.
La conclusión de todo este entramado es que
si realmente queremos gestionar nuestra marca personal hemos de estar atentos a
los comportamientos que la amenazan. Cuando una marca personal se libera de su
entorno tóxico aumenta su valor.
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