El poder y el jefe
Lic. Natalia Silva
autores@tisoc.com
El poder, en
su primera acepción en el DRAE, se define como la facultad o potencia de hacer
algo, pero también, de manera coloquial, se entiende como ser más fuerte que
alguien, ser capaz de vencerle. La autoridad es el prestigio y crédito que se
reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y
competencia en alguna materia.
En el ámbito organizacional, el poder, la autoridad y
su análisis son temas que cobran importancia, por ser ambos mecanismos de
control y coordinación para la consecución de los objetivos que se persiguen,
de los procesos que se ejecutan y ser así garantía de obtención de buenos
resultados.
Las organizaciones son sistemas conformados por grupos
de personas. Para su correcto funcionamiento se requiere de la estipulación de
normas de convivencia, reglamentos de trabajo y manuales de funciones por
cargos, de manera que cada individuo sepa cómo comportarse ante esta pequeña
sociedad que es la empresa. Asimismo, es necesario contar con organismos controladores
de tales comportamientos, que promuevan una conciencia colectiva y el paso de
tales comportamientos en conductas, organismos que velen porque el sistema
funcione adecuadamente.
Los organismos controladores se destacan por su
ejecución de autoridad y poder; su principal representante es la figura del
JEFE. Esta figura de poder tiene la voz de mando y capacidad de dirección en la
organización; su autoridad se impone por sí misma, por su solo título. No
obstante, es evidente que un título o un cargo de tal magnitud no son
suficientes o no son garantía absoluta para ejercer poder y autoridad.
Es común oír hablar de los jefes autoritarios,
para nada demócratas, que no demuestran liderazgo y que se valen del temor que
producen para ejercer su poder. Pero el poder en las organizaciones es más que
mando unidireccional; se trata de dirigir personas, procesos, resultados, es
decir, influir en las personas de manera positiva con miras a crear una
conciencia colectiva del trabajo compartido, de influir en el capital humano y
los sucesos que se desprenden de la organización. El poder implica fuerza,
capacidad y eficacia de provocar ciertos efectos en una colectividad. Eso solo
lo logra un líder, por ende, la base del buen jefe y de la correcta promoción
del poder es el liderazgo. Además, es importante reconocer que poder es
diferente de autoridad; esta última es la que otorga la gerencia, o los mandos
altos. El poder se gana y lo obtienen los líderes con base en sus respectivas
personalidades, actividades y situaciones en las que operan.
Según Parsons, el concepto de "poder se usa
para referirse a la capacidad de una persona o grupo, para imponer de forma
recurrente su voluntad sobre otros". No obstante, desde un sentido un
tanto idealista, pero no imposible, el poder y su ejecución debería centrarse
en los acuerdos, en la democracia. Queda la duda, ¿puede darse esto en las
organizaciones? ¿Puede haber mandatos demócratas? ¿Todas las interacciones que
se dan en su interior y aquellas que de ella se desprenden podrían regirse con
base en acuerdos satisfactorios para las partes?
La respuesta depende de la filosofía
institucional de cada empresa, esa que conforma la cultura organizacional.
¿Cómo se manejan el poder y la autoridad en su
empresa? ¿Qué tipo d jefes y líderes la dirigen?

(La autora es Lic. en Filología de la U, Nacional, Bogotá-Colombia y Mg. en
Literatura. Se desempeña como traductora profesional).
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