Por Olga Edith López Abril
La educación es una empresa. Esta afirmación tiene doble vía de interpretación. En primer lugar, se asume la educación como un compromiso "personal" por formarse, con miras a convertirse el individuo en un ser útil a la sociedad y construir, en su proceso de formación, un proyecto de vida. Esto implica el reconocimiento y desarrollo de habilidades del individuo, la adquisición y adecuada aplicación de aprendizajes nuevos, el reconocimiento y la apropiación de valores, la formación del autoconcepto, el establecimiento y la concreción de sueños, ideales y metas acordes con las distintas etapas de la vida, la construcción de conocimiento y de autoconocimiento. Un proyecto de vida es ya una empresa.
En segundo lugar, la educación es una empresa si se considera su análisis desde la perspectiva de las instituciones que se dedican a ella como negocio. Así, el sector educativo es uno de los sectores de la economía, una fuente de ingresos con base en el cual surgen organizaciones.
Bien podría pensarse que las instituciones educativas, por ser "formadoras", "guías", "orientadoras", realizan en los individuos llamados "educandos" procesos de coaching, con miras a dirigir el establecimiento de la meta mayor denominada proyecto de vida y de las metas menores que de ella se desprenden. Sin embargo, esto no se da.
En el contexto latinoamericano, la educación se dedica en un gran porcentaje a la transmisión de "información" (transmisión de conceptos) útil para el educando donde predomina, aun hoy, el método memorístico y de repetición de información. La "formación" se limita a la transmisión de valores, acordes con el discurso de la institución y las necesidades de la sociedad.
Aunque las legislaciones educativas han considerado la necesidad de cambio en los programas educativos que van desde el preescolar hasta la educación superior y han optado por impulsar el aprendizaje autónomo, la educación por competencias, el aprendizaje significativo y participativo, la enseñanza virtual y global, entre otros, no puede decirse que el proceso de formación llegue al nivel de coaching, arte que consiste en la aplicación de una metodología de aprendizaje interpersonal desde el asesoramiento o acompañamiento de una persona que asume el rol del coach (guía) y otra que asume el rol de coachee (aprendiz), que puede ser un individuo o un grupo de personas.
El objetivo principal del coaching es desarrollar la autoconfianza del coachee para que sea capaz de tomar decisiones y asumir responsabilidades, de manera que a partir de ello alcance los objetivos o metas propuestos al inicio del proceso; en el caso del educando, el proyecto de vida puede verse como el objetivo principal, pero pueden darse otros objetivos: crear hábitos de estudios, aprobar una asignatura, descubrir y desarrollar habilidades, etc. Pero ni el maestro, ni la institución, ni los padres son coaches ni cuentan con las herramientas y la habilidad para orientar, de manera diferente de la común, la concreción del proyecto de vida de los jóvenes.
Así como hace falta un proceso de coaching en la formación de los educandos, hace falta también en los demás estamentos que conforman la comunidad educativa, es decir: la familia, los maestros, los directivos y el personal de servicio. La comunidad educativa en general hace parte del proceso de formación y debería estar sintonizada en dicho proceso. Sin embargo, esto no siempre se evidencia. Por esta razón, es común ver que mientras la institución promueve ciertos valores, los padres de familia inculcan otros diferentes y el entorno extra-académico y extra-familiar (amigos) impulsa otros. A su vez, el personal de servicio de apoyo en las instituciones (administrativos y personal de servicios) no se ve involucrado de manera directa en el proceso y sus integrantes son considerados, en su mayoría, como entes aislados. No hay sintonía.
De esta forma, así como los educandos se verían beneficiados por el proceso de coaching para el establecimiento de su proyecto de vida, el resto de la comunidad educativa también se beneficiaría con su aplicación. ¿Por dónde empezar?
Hay que considerar la posibilidad de acción que tiene el coaching en el ámbito educativo, identificar a sus participantes y verlos como los miembros de una organización que requiere apoyo, identificar sus necesidades y los aspectos en los cuales se puede brindar ayuda.
El interés central del Coaching Educativo es apoyar un aprendizaje individualizado que haga posible orientar, trasmitir y enseñar un nuevo modelo de educación a alumnos, maestros y padres, pilares de la comunidad educativa, y adaptarlo al modelo pedagógico de la institución. Con este nuevo modelo (Coaching Educativo), los estamentos centrales del proceso de formación no serán los contenidos curriculares, ni el sistema de evaluación, sino la comunidad educativa y los seres humanos que la conforman.
Para lograr su propósito, el Coaching Educativo busca hacer evidente las capacidades y el talento de los entes implicados en el proyecto educativo, de manera que así se pueda optimizar su desarrollo personal y profesional. Esto significa descubrir talentos en los directivos, el cuerpo docente, los educandos, la familia, el personal de apoyo, la comunidad y buscar su alineamiento.
Así, el propósito del Coaching Educativo supone la instauración y realización del proceso del coaching en tres ámbitos centrales: el ámbito familiar (coaching familiar), que brinda a los padres de familia o tutores responsables las herramientas necesarias para apoyar la formación que ofrece la escuela; el ámbito escolar (coaching en el aula), que prepara al educador, maestro, guía, a los orientadores vocacionales, psicopedagogos y psicólogos educativos como asesores en el proceso de formación del educando; el ámbito personal del alumno, donde se ofrecen al educando herramientas que le permitan llevar a cabo la concreción de sus proyectos o metas. Asimismo, conviene un proceso de coaching corporativo que involucre a directivas, entes administrativos y personal general de la organización educativa con miras a su alineamiento corporativo, alineamiento que se hace evidente y se materializa en el modelo pedagógico de la institución.
Como se observa, el coaching tiene un importante campo de acción en el sector educativo, viéndolo como la concreción de una empresa llamada "proyecto de vida individual" o como una empresa llamada "organización educativa".
Lamentablemente, el Coaching Educativo es poco conocido (por no decir "desconocido") en el contexto latinoamericano. Las instituciones educativas buscan ayuda a sus problemas en modelos educativos, asesores pedagógicos y otros profesionales relacionados con las humanidades (pedagogía, psicología, administración) y en muchos casos descargan el encuentro de soluciones en el área de RRHH; no siempre se obtiene la respuesta esperada, ni se logran soluciones efectivas. En estos casos bien vale la pena que las instituciones y sus miembros vean y busquen otras posibilidades de ayuda desde fuera: el Coaching Educativo es una solución.
(La autora es Lic. en Lenguas Modernas y Mg. en Lingüística Española. Es editora de ERDC y dirige la Editorial Sumasaberes).
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