Dra. Yiara S. Blanco
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"Yo
quise ser como los hombres quisieran que yo fuese:
un
intento de vida;
un
juego al escondite con mi ser.
Pero
yo estaba hecha de presentes,
y
mis pies planos sobre la tierra promisora
no
resistían caminar hacia atrás,
y
seguían adelante, adelante,
burlando
las cenizas para alcanzar el beso
de
los senderos nuevos."
-Julia
de Burgos (Yo misma fui mi ruta)
Medio siglo después, nos vemos
enfrentadas a las palabras memorables de la poeta puertorriqueña, Julia de
Burgos. Seguimos siendo nuestras rutas, continuamos forjándonos
contra la marea, burlando el orden establecido y buscando nuevos
senderos. Llegar hasta esa encrucijada en el camino es el primer
obstáculo por vencer, si tomamos en consideración que no caminamos solas y con
las manos vacías; nos acompañan las mujeres idealizadas en nuestra mente y el
bagaje sociocultural de nuestra raza.
De forma interesante, la mujer moderna carga con dos distintos equipajes, a
saber; las tradiciones de la cultura y las exigencias del mundo actual. Esta
paradoja, presentadas excelentemente en 1996 por dos escritoras y
terapeutas, Rosa Gil y Carmen Vázquez, es el pan nuestro de cada día. Madres,
esposas, profesionales, hijas, hermanas son solamente algunos de los roles que
definen a la mujer del siglo XXI en cualquier ámbito laboral, pero con mayor
impacto en el mundo empresarial.
A partir del
movimiento Post-Segunda Guerra Mundial, las mujeres del mundo encontraron
opciones de trabajo, ocupación y empleo fuera del hogar, lo cual impulsó una
redefinición de las expectativas tradicionales. La
incursión en mercados laborales como la banca, leyes, política, ciencias
aplicadas, bienes raíces y prensa fue controvertible explícitamente y hoy día
continúa siendo tema de discusión de modo tácito. Para desconstruir
las polémicas implícitas, el interés en la educación progresiva y
pedagogía feminista, su figura ha obtenido gran seguimiento en los círculos de
reforma social, política y económica (Sadovnik & Semel, 2002). Las mujeres
hemos entendido la importancia del zeitgeist; toda vez, continuamos el
desarrollo de destrezas y estilos de liderazgo que impacten las bases de
la filosofía del mundo empresarial para el bien de futuras generaciones de
mujeres.
La mujer es agente de cambio por
naturaleza biológica. La habilidad de ser co-creadoras de vida nos
facilita sobrevivir la marejada de transformaciones que definen el mundo
de los negocios. El concepto mujer se ha identificado, erróneamente, con
debilidad y falta de visión en el mundo empresarial. No obstante, lo
que se cataloga como debilidad y falta de visión no es otra cosa que el
papel de co-creadora que busca consenso para evitar la anihilación de la
especie o en el peor de los casos, el de la empresa. El pensamiento
independiente y la reforma al ideal colectivo tradicional es la carta de
triunfo en las negociaciones. La habilidad de establecer puntos de
vista de modo asertivo y reconocer en qué momentos es requerido tener “piel
dura” para conseguir el cierre de un contrato son el resultado del bagaje de
crianza cultural donde se nos exigía reconocer y cubrir las necesidades de los
demás, antes de que fueran expresadas. Las mujeres traemos a la mesa
de negociación la innovación de un balance entre vida personal y vida de trabajo
fuera del hogar. A diario rompemos con ideas discriminatorias, esto
al sentar pautas en políticas públicas relacionadas con sueldos equiparables,
igualdad de oportunidad de empleos y extinción de roles sexualizados en
el área laboral. Somos la fuerza transformadora del mundo empresarial del nuevo
milenio.
La responsabilidad de ser
revolucionarias paradigmáticas llega con una advertencia: aquella de mantener
la visión de quienes somos cuando no estamos en la función de mujer de
negocios. No debemos obviar la carga que tiene sobre nosotras el
discurso milenario del rol de mujer, la cual se entrega a todos y se pierde a
sí misma en el cumplimiento de sus deberes; la que se define, únicamente, a
base de sus acciones, tareas y su lenguaje, y en el torbellino de
actividad y horarios -en muchas ocasiones- se pierde la esencia de “La
Mujer”. Hemos de incorporar y exigir un tiempo especial -aunque sean tan
sólo 60 minutos a la semana- para encontrarnos con nosotras mismas, sin
sentirnos culpables por ese tiempo no regulado por listas, horarios o
agendas.
Nos encontramos en el umbral de una era
de redefinición. Un momento histórico donde las mujeres del mundo
deciden establecer límites, mientras salen al encuentro de sus sueños y se
abrazan con la mujer atrapada entre las exigencias. En este momento
de redefinición, escogemos con qué quedarnos y qué desechamos. Hacemos
una lista de los sueños que dejamos en pausa al comenzar a ser de los
demás y cuáles son viables para completar hoy día.
Que quede claro: esto
no es un grito de guerra, esto no es una hoguera para el género masculino: esto
es un despertar, una negociación con nosotras mismas. El
proceso de aprendizaje termina el día en que nuestro cuerpo deja de
vivir. Tomemos pues, un tiempo para admirar la evolución de la mujer
que somos y las mujeres que estamos criando. Tiempo para sanar las
heridas, analizar las enseñanzas aprendidas y dejar huella en nuestro mundo
laboral. Tiempo para comenzar a narrar nuestra nueva historia.
(La autora es profesora universitaria;
colaboradora de la empresa puertorriqueña H.E. Educational Training &
Professional Development Center y psicóloga clínica licenciada en Puerto
Rico. Obtuvo su grado doctoral en Psicología Clínica de
la Escuela de Medicina de Ponce, Puerto Rico; actualmente se desempeña como
Asociada Post-Doctoral en Psicología Clínica Multicultural en Centros de Salud
y Cuidado Primario en el Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina
de la Universidad de Yale en New Haven, Connecticut.)
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